septiembre 17, 2010

Administración de la locura

A veces la vida se me pasa rápido. Su velocidad no encuentra resistencia a pesar que los misterios ondulan la autopista; acaso ni los reductores de velocidad, ni los policías acostados, ninguno puede contener sus llantas de goma inmaterial.

Otros tantos restos de la jornada pienso en ella. Como la clara de huevo, el blanco que antes del fuego fue una sustancia translucida o como el crujido de una madera, de una lamina de un piso viejo, en un segundo piso, que avisa quien camina por ahí.

Pero en las tardes la locura espera intranquila. Una locomotora que sin riel se pierde por el bosque, llevándose los arboles abajo, descubriendo el suelo húmedo y negro lleno de hojarasca en descomposición.

1 comentario:

Anónimo dijo...

de antes, de cuando no era hoy