junio 30, 2010

Sin salida

Con la frase: "igual es mi miedo al pasado como el miedo a la sombra" termina Lucrecia el diario que es solo un cuaderno común de colegio en el que los últimos seis meses escribió acerca, y en forma constante, minuciosa, su miedo a la propia sombra. Esta es una extraña condición donde la persona teme a la proyección oscura que de su cuerpo lanza, en el espacio, y en dirección opuesta, a aquella por donde viene alguna luz. Condición (casi como una enfermedad) que no ha sido bautizada aún con una palabra que termine con el sufijo -fobia. Algunos han llegado al consenso de llamarla Umbrafobia, que es la unión de la palabra sombra en latín y del sufijo mencionado. Han sido pocos los casos reportados y entre esas pocas evidencias, que algunos investigadores han resaltado -tal vez porque no quieren cargar con el descrédito- como rigurosas y detalladas. Por el contrario, más bien podríamos clasificar estas investigaciones como incompletas y/o sospechosas. Sin atenuantes, y para fortuna de la investigación siquiátrica, nos encontramos frente a una excepción.

Lucrecia nació en la localidad más extensa e inhóspita de la ciudad de Bogotá, Sumapaz, resumida como una basta región fría de paramos y de pastizales. Creció en una familia campesina acomodada que tenia extensos cultivos de papá tanto en la localidad como en el departamento de Boyacá, del cual el apellido paterno es originario. La familia era numerosa pero bendecida (recordando las afirmaciones claras y en voz alta, algo ronca, de don Froilán) con seis varones fuertes y obedientes. El séptimo, y esto es también una afirmación familiar, es más una maldición equivocada, que un barón a la mitad. La niña, quien no pronuncio palabra hasta los 4 años, y al que el abuelo Leónidas le había puesto con cariño el apodo de la muda, siempre fue tan extraña como su enfermedad.

A la oscuridad, por el contrario, nunca le tuvo miedo. El pasado era distinto porque siempre se veía reflejada como la otra parte oscura que nunca podía esconderse. A la luz, merecían los versos, podían verse tanto los rasgos como la proyección obscena de las siluetas, unos contornos que ondulan por las piedras o los muros mientras se camina. Un pedazo de realidad óptica con los corpúsculos de vida incluidos y en una vida alterna, otra realidad que no se puede desprender, salvo se apaguen las luces. Y así lo hacia, desde cuando se sintió perseguida por el individuo, al que no reconocía, al que odiaba y por ello temía. Se encerraba en un cuarto. Antes, tapaba metódicamente cualquier filtración de luz solar y se quedaba allí disfrutando de su propia esencia sin reflejo, sin color. Lo primero y más propicio en desarrollar fue el tacto, con quien presenciaba una realidad ocular, sin la continua distracción de la retina. Un pañuelo doblado cubría sus ojos, por seguridad y porque la presión ejercida sacaba los mándalas multiespectrales de dentro, y sin una comprobación, del claustro sabio de un cerebro evolucionado, con miles de códigos almacenados. ¿Pero si cubrirse los ojos disminuía la sensación de peligro, porque no cegarse por completo? Fácil, al negar la existencia visual de la sombra no elimina su prolongación real mientras existiera luz: eso por otros millones de años. Porque, además, presentía el movimiento detrás de ella; incluso, la escucharía rozar las hojas, mientras sus pies reales las hacían crepitar. El juego no era el correcto, debía ser una sola entonación, un único machaque. No quedaba más remedio que morir.

Así lo hizo, no sin antes terminar su diario que escribía con garabatos poco ininteligibles.

junio 23, 2010

El tiempo en contra

En este preciso momento: Pierdo la calma y salgo corriendo; la esquina esta lejos, doblar es un remedio- ¿cómo puede parecer tan lejos corriendo a toda prisa?- prima la confianza, hermana la novedad, la salvación en las manos del azar.

Quince minutos después: Doblo y con terror compruebo que es un callejón sin salida, tal vez así sea como se asesina la útil esperanza; escucho el golpeteo de las suelas que se aproximan, no pienso en el sonido del galope en el cemento - en algún momento, si existe futuro, de lucido escribir, lo hubiera podido rescatar como metáfora-, porque un par de hombres en concreto completan las extremidades del animal y si las matemáticas no fallan deben ser dos caballos y medio. Espero no sentir dolor mientras me hacen colador.

Veinte minutos antes: Dejo a mi chica en el taxi a quien las copas no le sentaron, antes me pregunta preocupada, y es por lo lejos e inseguro que se le ha vuelto el centro de la ciudad, por el rumbo de mis pasos, cuando me despida de sus labios de caramelo; le miento acerca del dinero: no tengo un peso, voy a caminar hasta la casa, no pude ser tan lejos, calculo que a buen paso es media hora. Ella presiente algo que solo el sexto de los sentidos puede avisar, no duda en decirme que si la mamá pone inconvenientes en la estadía, podría ser esta la madrugada última en llamarle hogar a ese lugar.

junio 22, 2010

Una mentira repetida mil veces

El parque o centro, uno, o mejor casi único, aserto del pueblerino y su corte que marcha por las mismas y chismosas calles. Arriba- que es como en Bogotá el norte- se encuentra ese, no sé si agradable o deplorable, lugar de confluencia obligatoria, con los enormes árboles y palmas, de belleza vegetal, allí constantes y, ¡sin culpa!, adornando la plaza que les debe todo el brillo, toda la simulación de semi-eternidad prodigiosa, de crecimiento constante. Abajo de las copas, el pueblo, que languidece; los recuerdos desgastados que justifican el fervor popular, incluso, hasta replicando al infante, al inocente, el gusto enfermizo por el pasado prospero. Mi pueblo resume el veloz nadado de perro de su evolución en una estructura sin imaginación: una plaza con prados y árboles a la que rodean cafés y tiendas, bancos y panaderias, unos supermercados, bares y discotecas, el paradero de los taxis y buses...Les hago caer en la cuenta de lo parecidos que somos entre miserables y de las escusas que utilizamos, tanto miserables como decadentes, para argüir: "nosotros no estamos tan mal". Pueblo de mis recuerdos, vives en la modorra y de los que se marchan. Calles repetidas, aburridas; aceras con moho, pinturas descascaradas; losas de concreto con pastos emergentes, ¿asi quieres convencerme de tu majestad?.

junio 19, 2010

Saramagüito

Viejito donde vayas estarás contento. Me imagino que en este momento ya resolviste las preguntas por las que construiste un estilo: Dios existe o es acaso el peor de los inventos del hombre. Es que, como pensé un día al leerte, cuando la muerte llegue será el momento para comprobar un dogma: la vida después de la muerte o los gusanos que comen la carne indolora, con la impecable puntuación, perfecta asi, del punto final. Me recordarás que mejor es ser una vida más que desaparece para siempre, sin alargues, sin nuevos capítulos. Confio que vivirás un tiempo más entre nosotros, como Ricardo Reis, lo que no sé es como y bajo que elemental podría ser; te aconsejo una efigie eclesiástica, ¿puedes hacerme un favor? no olvides hacer ruidos extraños en las noches. Igual Don Saramagüito un fantasma como vos, más querido que Gasper. Chau viejito, re-leeré los libros que más me calaron de tu ingenio y compraré Cain, "para que no digas que no pienso en ti".

junio 18, 2010

Nuevas pestes

Desecante la muerte viene

Las rosas del jardin se convirtieron en rollos de petalos negros cuando la nube espesa pasó sobre ellas. La nube peregrina había ya devastado los jardines principales del castillo y no había dejado planta viva, hasta los enormes robles de la entrada, en dos perfectas lineas que acompañaban la via desde el enorme portón metálico hasta los jardines bajos, que consistian en un cesped diminuto y sempervirente, con algunas islas globosas de rosas de petalos grandes, se habian achicharrado como si hubieran sido víctimas de un incendio incontrolable. Un jardín interior, que adorna una fuente de dos niveles, con caballos y guerreros, con leones de aliento chorrenante y algunos ángeles, es el lugar por el cual la nube cruzaba con su lentitud mortífera y que se observaba en plenitud desde las ventanas de los cuartos del edificio contiguo, donde un niño, sin atender las recomendaciones de la institutriz, miraba por entre las cortinas.

La señora Melendez, una señora gordita de aspecto religioso, escuchaba en la radio el último parte de víctimas. El aparato desgastado estaba sobre una comoda, de las seis, que los niños compartian dentro del enorme cuarto. Con los ojos cerrados, la señora Melendez, sentada junto a los niños rodeando la radio, algunos sentados en el piso, otros en las camas próximas, que se alineaban contra las ventanas, oraba acompañada de las fragiles pero audibles voces y no podía ver al joven Ulises mirando cada vez más interesado por la ventana con una sonrisa en su pequeña boca, tocando el cristal donde la nube empezaba a apretujarse, parecía atender como, desde afuera, recababa el sonido tormentoso de un trueno a media voz y lo convencia del todo; entre tanto, el vapor rodeaba los ventanales, como si buscara una hendidura; tal vez sintiendo la vida palpitar del otro lado.

junio 17, 2010

Nuevas pestes

Iracundo

Aceptemoslo. El viejo no lo soporta ni la mecedora en que se sienta a ver pasar a la gente por la calle, entre ellos algunos desprevenidos que reciben el don de los buenos modos de un anticuado baúl de recomendaciones, que abre y cierra dejando salir sabiduria y al que se podría llamar boca ("podría" del verbo podrir). Pero es que no soporta la velocidad ni la pasividad, ni el ruido -aunque el silencio le sienta como un balsamo, aún así nunca es apropiado desactivarle el dispositivo auditivo- ni las modas afrodisiacas; o mejor como las llama él: la meretrización de las vetiduras juveniles. "De esos querida -le grita a la vecina- de esos vestidos soliamos desprender cuando llegabamos de las minas a tomarnos unas copas"

junio 16, 2010

Silueta

Con las segundas migas mi felicidad se extiende. Arrojas un pedazo de amor manoceado y me lo como con gusto. Sé que cuando despierte ya no estarás allí donde te dejé, cansado. Cuando mi cuerpo se cargue de nuevo ya no estaras tú como polo a tierra, como pararayos. Te iras y no llamarás. Esperaré que regreses pero eres como un vampiro que entra a mi cuarto por invitación y a horas intermedias, las horas pico deben ser para tu novia o amante reciente. La esperanza que me acompañaba se ha convertido en una calidad de sobrecogimiento, compensada por las mismas razones por las cuales ya no estas junto a mi, al menos de la forma constante y calida de los primeros meses; la costumbre o la sensacíon de triunfo: de alguna sacas tu poder. Estira al menos una mano y tocame en la oscuridad, siente la piel de gallina y el frio que recorre en olas por mi espalda, reconoce que es amor lo que siento y dime algo que pueda recordadar, algo de verdad detestable.

junio 09, 2010

Foto de carnet

En todo se le parece, iguala con meritos la nariz respingada y los ojos expresivos; sabe de los dientes blancos y encarrilados porque sonrie a cada rato dejandolo sin aliento. Sin temor guarda la fotografía dentro de la billetera, como un necesario deja vú, para asi, en algún momento, darse una dosis a su disminuido ego treintañero. Ayer cumplieron dos meses y mañana, preciso, hubieran cumplido quince años. La diferencia entre las dos es, si es acertada llamarlo asi, curiosa. A la última parece conocerla desde hace mucho tiempo; a la mujer de la fotografía le parece que fue ayer cuando la vio por última vez. Alguna vez trataron el tema del tiempo. De las horas de discusiones sin ninguna conclusión salió la fotografía. Aunque ella tenia la creencia absurda de que las fotografias robaban una parte del alma decidió tomarse una y asi dejarle la sensacion de estancamiento, de la que el tiempo hace uso, en muchas ocasiones, para agarrarnos viejos y recordando amores de adolescente.

junio 08, 2010

Intenta esperar

Detras de la casa, sin que nadie lo notara, se sentó a contar el dinero. Habia suficiente como para comprar los tiquetes, una maleta y unos pantalones. Escarbó con la pala de jardineria en alguno de los postes de la cerca, que pasaba justo a unos metros del muro. Desenterró una caja de hojalata, alguna vez utilizada para guardar galletas de soda, en cuyo interior estaba envuelto, en una bolsa de plástico, el resto del dinero. Habian pasado dos años y depués de una serie de pequeños trabajos en la finca como de algunos robos a los vecinos estaba preparada para buscar a sus padres.

Rutas del engranaje

Es una madrugada diferente, esta vez, los dos, iban en la vieja camioneta continuando su trayecto por las montañas, por las peñas lloronas. Nombre que proviene de unas palabras indigenas, por cuenta de los arroyos que caen, y en muchas ocasiones, sobre los autos que miden las carreteras talladas en las abruptas pendientes. Los avisos recuerdan la cautela con la velocidad pero Julian hundir más no puede el acelerador; la tercera, que no es la última, el aliento final de las velocidades en el destartalado pero confiable Ford 75. Ana mira los precipicios a la derecha, el vidrio está del todo abajo, y saca su mano blanca para que el aire pase por sus dedos abiertos. Las casas se parecen a cajas de cerillos, a un pesebre decembrino donde Kaiser, si se descuidaban los presentes, solia echarse. Algún día tendrá que contarnos con detenimiento esa mañana cuando el perro se levantó con las ovejas adheridas al pelaje amarillento y a Maria siendo transportada en el hocico. En la radio suena la canción de Arizona loves mientras el paisaje recupera la linealidad, ya que las curvas nunca fueron buenas para el inestable estomago de la mujer. Alguna depresión en la carretera le hace simular el vacio, la sensación de vertigo, de la montaña rusa de su ciudad natal, que sus residentes nunca se cansaran de recordar es la estructura en madera más alta de la costa oeste. El piloto que no es un chofer, aveces la mira sonrreir. Estira su mano y acaricia sus piernas delgadas que sobresalen del vestido de flores blancas. Ella nunca ha aprendido a contener sus emociones y se precipita sobre él con un abrazo felino; se sontiene sobre su cuello rollizo y le besa al estilo burgues. El Auto sale un poco de la via, pero vuelve al curso, en la linea recta, dejando atras las montañas de la reserva. Del estómago estan mejor y del ánimo también. Los primeros diez kilometros de escape, ¿qué diran los hermanos, los viejos y Kaiser cuando despierten?

junio 02, 2010

Elecciones 2010

Los mismos con las mismas -Dijo sorpresivamente y en voz alta dentro del bus repleto.

No faltaron las miradas sorprendidas ni los susurros que pudieran adivinarse. El tono de voz fue el de siempre, similar al del predicador, de gruesa voz y marcando el espacio entre las palabras. 

Nos merecemos nuestro maldito destino- Dijo ahora con mayor volumen, más entraña. Cerró el periodico, lo dobló en las tres partes y se lo metió en  el bolsillo de la chaqueta. Las miradas se transformaron en cercas de alambre. Se acercaba el paradero que le correspondia y mientras el bus se detenia y abria las puertas el dijo, señalando con su dedo indice huesudo, a un ser que los representaba a todos:

Yo no vote por su candidato, que les quede muy claro, ustedes lo tendrán que justificar y a mi me queda soportalo.