En este preciso momento: Pierdo la calma y salgo corriendo; la esquina esta lejos, doblar es un remedio- ¿cómo puede parecer tan lejos corriendo a toda prisa?- prima la confianza, hermana la novedad, la salvación en las manos del azar.
Quince minutos después: Doblo y con terror compruebo que es un callejón sin salida, tal vez así sea como se asesina la útil esperanza; escucho el golpeteo de las suelas que se aproximan, no pienso en el sonido del galope en el cemento - en algún momento, si existe futuro, de lucido escribir, lo hubiera podido rescatar como metáfora-, porque un par de hombres en concreto completan las extremidades del animal y si las matemáticas no fallan deben ser dos caballos y medio. Espero no sentir dolor mientras me hacen colador.
Veinte minutos antes: Dejo a mi chica en el taxi a quien las copas no le sentaron, antes me pregunta preocupada, y es por lo lejos e inseguro que se le ha vuelto el centro de la ciudad, por el rumbo de mis pasos, cuando me despida de sus labios de caramelo; le miento acerca del dinero: no tengo un peso, voy a caminar hasta la casa, no pude ser tan lejos, calculo que a buen paso es media hora. Ella presiente algo que solo el sexto de los sentidos puede avisar, no duda en decirme que si la mamá pone inconvenientes en la estadía, podría ser esta la madrugada última en llamarle hogar a ese lugar.
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