El siempre fue libre, siempre hizo lo que se le venia en gana. Lo odiaba por eso. Mientras, a mi se me prohibía casi todo. Me odiaba por eso. No quería verme al espejo como un niño, lo era, pero no sabía que eso serviría de escusa. Fui muy duro, me hice pedazos, en lugar de hacer pedazos al mecanismo. En lugar de deponer, hacerme responsable, debí hacer lo que él, convertirme en víctima. Como víctima se construyo la plataforma y empezó a patear, romper, transgredir y nadie, por esa enfermiza debilidad de los adultos, le ponía real freno, la conciencia no los dejaba. Se sentían culpables. En cambio de mí, de su ideario representado, de mi no, porque me sentían extraño, hicieron de mi algo que nunca fueron ellos. Existíamos para representarnos, él como un bando y yo como el atenuante. Tarde en descubrirlo. Me odie por eso. El tiempo, a mi tipo de criatura, le devela todos los misterios. Lo entendí, pero tarde, siempre lo es, aunque se sintió bien saberlo. Cuando viene en su encuentro como el juez que quisieron que fuera, como el verdugo, ese día todos eran víctimas, del tipo de víctima que fue él, la misma forma de justificación, pero lamentablemente no había nada que argüir, el único que podía ayudarles salió corriendo al verme, lo vi desparecer en instantes, parecía un niño. Vi la vergüenza en sus ojos, sin embargo esperaban la muerte sin oponerse, lo hicieron igual como lo había hecho yo, siempre obediente. Se odiaron por eso.
1 comentario:
Tienen una extraña habilidad de mostrarse como víctimas aún cuando todos los hechos muestran que son ellos los culpables, o por lo menos los responsables.Porque desde los albores de su existencia no vieron límite alguno a sus banales caprichos y deseos, que como una bola de nieve cayendo por la ladera se hacían cada vez más grandes, y con el pasar del tiempo no veían límites a sus deseos, la fina línea del respeto se desvanecía sin darnos cuenta.
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