Me repetia a diario que ella no me gustaba. Pasaban días en que no hablabamos y, en realidad, a mi no me hacian, esos silencios, mayores daños. Pero siempre llegaba el momento de encontrarnos. Pasabamos horas hablando, con pocas interrupciones. No teniamos preferencias, los temas pasaban de los habituales a los más absurdos, que entre dos compañeros de universidad pudieran hacerse. Soliamos tomar café en las terrazas, cerca de la carrera quinta, en un antro donde abundaban personajes de boina. El mismo lugar donde por primera vez la ví, y por segunda, hablamos.
Un día me parecio bien contemplar una temporada viviendo junto a Viviana. El diseño de mi idea pasó por el tamaño y orden de los cuartos de un apartamento, la ubicación del estudio, incluso, las formas convencionales de conseguir dinero; nombro dos: al medio día como mesero en una cafeteria y en las tardes como freidor de papas. No sabía entonces que esos temas llegan a la cabeza de un transeunte, hasta que el amor lo sorprende. Parece ser que una mentira repetida tantas veces, no prefigura una verdad.
El día que la ví, recuerdo, llovia profusamente en la periferia del antro aquel, y sin hacer uso del "intervalo confuso"- como ella me dijo en la sita del beso, también con lluvia- tal vez pudiera llover solo en mi área de influencia, por aquellos años. Nunca fue una mujer que puediera hacer girar la cabeza a un hombre de paso, porque adivino que él intuía su tracero sin exaltación, asi como su falta de reparo. Prueba de ello, fue que faltaron tres vasos de brandi para que me fijara en su menesterosa mirada de la que ella, en algún momento, me confesó, fue la menos forzada. Sin embargo, de lo que he visto y probado, es lo mas cercano a lo perfecto.
Ese día no hablamos en realidad. Discutimos, que es una especie de arma. Una segunda ocasión fue más un intento, que una acercamiento, pero además de mi calidad de fanfarrón, para acercarnos, bastó un abrazo improvisado, del que ella fue culpable. Un día tendré que perdonarme por preservar la imagen que prefiero de ella, si en algo me importó, de verdad. De alguna forma, intento que valga su presencia tanto como su lejanía, de esta forma, me repito a diario muchas mentiras.
Un día me parecio bien contemplar una temporada viviendo junto a Viviana. El diseño de mi idea pasó por el tamaño y orden de los cuartos de un apartamento, la ubicación del estudio, incluso, las formas convencionales de conseguir dinero; nombro dos: al medio día como mesero en una cafeteria y en las tardes como freidor de papas. No sabía entonces que esos temas llegan a la cabeza de un transeunte, hasta que el amor lo sorprende. Parece ser que una mentira repetida tantas veces, no prefigura una verdad.
El día que la ví, recuerdo, llovia profusamente en la periferia del antro aquel, y sin hacer uso del "intervalo confuso"- como ella me dijo en la sita del beso, también con lluvia- tal vez pudiera llover solo en mi área de influencia, por aquellos años. Nunca fue una mujer que puediera hacer girar la cabeza a un hombre de paso, porque adivino que él intuía su tracero sin exaltación, asi como su falta de reparo. Prueba de ello, fue que faltaron tres vasos de brandi para que me fijara en su menesterosa mirada de la que ella, en algún momento, me confesó, fue la menos forzada. Sin embargo, de lo que he visto y probado, es lo mas cercano a lo perfecto.
Ese día no hablamos en realidad. Discutimos, que es una especie de arma. Una segunda ocasión fue más un intento, que una acercamiento, pero además de mi calidad de fanfarrón, para acercarnos, bastó un abrazo improvisado, del que ella fue culpable. Un día tendré que perdonarme por preservar la imagen que prefiero de ella, si en algo me importó, de verdad. De alguna forma, intento que valga su presencia tanto como su lejanía, de esta forma, me repito a diario muchas mentiras.
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