En los parques cerca al rio, todos los domingos, cuando termina la ciclovia, es común encontrar tirados en el cesped grupos de jóvenes de oscuros lentes. Miran hacia el cielo con los brazos cruzados en la nuca, o escarban en la cabeza ajena, en los mechones largos y retostados de alguna morena crespa de los barrios emergentes. Hacen del paiseje una descarada cargajada de juventud en mi arrugado rostro.
Mientras dejo los zapatos al lado mio, en una de las sillas de madera que dan hacia el rio, puedo verlos con esa calidad de emperadores; algunos solo se quedan alli dormidos, sin un centimentro cuadrado de bloqueador solar, mientras los otros toman cerveza o se manosean, entre sus franelas sin mangas. ¡Ya se vieran desde esta silla dentro de treinta años, y me darian la razón!. Estiro los pies y aprovecho la sombra del almendro que me deja leer el periodico, y hago como siempre, el mayor esfuerzo para concentrarme.
No recuerdo que tuviera tanto tiempo libre entonces. Mi papá solia llevarme todas las tardes despues del colegio a la ensambladora y era serguro que en algo me ocuparía, ya que desde los diez años nunca tuve una función determinada en ese gran salon de ventanas elevadas, maquinas, tornillos y lineas amarillas en el piso, de la cual mi papá tenia el orgullo de llamar "Fabrica" Los sabados y domingos, eran mas que dias sin colegio. Nunca faltaban las visitas a los abuelos, las clases de guitarra con la tia Julia y la misa, donde casi siempre me quedaba dormido.
Cuando me di cuenta estaba en la universidad y trabajando para ayudar a mantenerme en la ciudad. Otro espacio en la rutina y Beatriz estaba esperando un hijo. Matrimonio, trabajo y otros dos hijos. Que más le puedo pedir a la vida, estaba tan responsabilizado que no me quedo otra que envejecer, con la dignidad que correspondia. Y es que el juego puede ser sencillo, mientras no presumas de tus cartas, o apuestes demasiado, para que adivinen que tienes una buena mano. Asi, un camino solo puede llevarte, pero encontraras desviaciones de vez en cuando. No creas que nunca tuve oportundidad para tomar otra ruta, existieron, digamos, bastante oportunidades; solo es que sabía que era el tipo de hombre que respondia a la presión, no a sus impulsos.
Solo le quedaba la seccion de edictos, que por increible que parezca leia con detenimiento. Esa tarde desecho la opción de disfrutar de procesos de desalojo, tan comunes en estos días de la crisis en el sector inmoviliario. Se puso los zapatos y doblo el periodico el cual cargó junto al termo. Su sombrero de ala corta, mientras empeza su camino de regreso, se elevó por una corriente de aire y lo envio muy cerca donde estaban los jóvenes. Miró su sombrero y al joven que lo traia en la mano. Justo aquel que dormia toda la tarde asandose a fuego lento.
Abuelo, por poco y se le va al rio!- dijo el joven que le sonrrió- pero tranquilo, yo me he pasado ese rio hasta amarrado.
Gracias jovén- le dijo mientras se acomodaba el sombrero- debería cuidarse más del sol; mire el tipo de arrugas de las que puede hacerse propietario, antes de tiempo.
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