marzo 13, 2010

Suscripción como indicador


Habia desconfiado de los test de personalidad porque creia que la personalidad representaba la individualidad, y, siendo esta única, los indicadores como medidores de pH son impresisos. Al menos eso creia. Pasadas las palabras, los hechos y el tiempo que los solventa, no se si resultado de los crueles golpes de costado o de la calcificación de los supraorganos antes cartilaginosos, definidos a qui como: la pasiencia, la relajación y el importaculismo; tan sabiamente puestos en edades donde realmente importaban. El tiempo a lo que no derrumba, endurece o desinfla, deja en puntos suspensivos o en interrogación- no me vengan con las comillas, que son como el cetro para la reina- Al hombre lo endurece, porque a su aspecto gelatinoso le son fastidiosas las particulas sin forma, dentro de la masa translucida las impuresas son evidentes, para ello, ¡que bueno el oscureciemiento!

Decia que no creia en los tests. Cada cuanto tiempo llenaba los formularios de cosmopolitan de mi compañera de cuarto, con la que eventualmente después de cotejar el resultado, haciamos el amor con la revista abierta y desperdigada. Un recuerdo sustancioso de la calificaciones:"¿eres un buen amante repentino?" fue en la esquina entre el baño y la sala, donde por cuestiones inimaginables el antiguo propetario habia dejado una saliente en el muro donde ella pudo inclinarse y dejarme recordar una de tantas abreviaturas, y no dejaba de ver esas letras: Q.S.G.H.

Por curioso que parezca, repondía a cada pregunta con total sinceridad. Meditaba en como la respuesta podia influir en la calificación final y trataba de predecir, según el perfil de la publicación, cual seria mi diagnóstico. Cosmo, es una de esa revistas que solia leer Daniela cuando viviamos en ese apartamento cerca de la universidad. A ella solo le interesaba pasar velozmente por las fotografias, alguno que otro artículo y, sin rebaja, por el horóscopo. En cambio, para mi, después de que ella tenia la premisa de sacarla de la bolsita plástica, que le entregaba el portero, la tomaba con respeto, ya que contiene el código femenino mundial, y eso es decir poco. Leia hasta el último de los artículos, en los cuales quería encontrar tanta y precisa información del universo rosa, que en algunos de esas investigaciones (disfrutando del prefume impregnado en las páginas, perfume caro de Daniela) me quedé en un test, y de eso ya son veinte seis revistas y suscripción a nombre de mi hermana, que recibo en similar bolsita plástica.

Según la propia revista soy el esposo ideal, el amigo confidente más confiable y el cocinero menos recursivo. Supe que Daniela término sus estudios de sociología, tiene un novio con el que vive desde hace un año, en un apartamento cerca del parque nacional. Quince cuadras de aqui. La ví un miercóles en la tarde, mientras hacia fila en el cajero de siempre. Lucia como antaño: provocativa. Vestia uno de esos jeans que le traia, seguro, su primo de San Diego, California, y tenia el cabello con un tinte claro; su piel aun seguia siendo del palido-erótico que me gusta. Yo, sin más, el mismo de siempre. Aún sin un titulo que avale mi ignorancia y dedicado a vivir de la caridad familiar, de los detalles minúsculos y de las ofertas minimalistas. Mi cosmo, Sport illustrated y The New York times que llegan a la porteria son tan ciertas en mi mundo raro, que mataria para no dejar vencer la suscripción.


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