abril 12, 2010

Un segundo intento

Ahí estaba la voz de la mujer -después de que timbrara más de seis veces, en el segundo intento- para recordar que podia dejar un mesaje de voz. Tenia un mensaje que dar, unas palabras concretas que decir, pero tenia que ordenarlas. Sabia que no queria contestarle, es obvio. Ella, por el contrario, se moria por escucharlo. Sin embargo, debia dejarle claro que, aparentemente, no le importaba. Dignidad ante la grosería-diria su madre. Para tal fin, sacando un papelito y un boligrafo, de la cartera, escribio las palabras una debajo de la otra. Se apoyó, por comodidad, en la carpeta de cuero, dentro de la cual llevaba el documento; salva vidas judicial, por el cual habia accedido a relacionarse, intimamente, con la mujer de las gafas gordas, el pelo hirsuto y las piernas cortas. Miró las palabras y las re-escribió luego en otra lista, esta vez, en orden de importancia.

¿No es mejor el dinero? -dijo el semental, cuando ella le confirmó su paga, aún con atisbos de temor, visibles en las goticas de sudor que le reforzaban el incipiente bigotito boyacense. Belluda, así definida; condición que las mujeres de su familia han sabido disimular, tres generaciones. No tanto ella, que cometio el error de afeitarse, sabiendo que existen tintes o sesiones con laser. En fin, alli con sus ojos aguados, esperando respuesta, comprendio que la mujeres nunca estarán preparadas para un "no". Los hombres tienen callo y no hace falta recurrir a la estadística para tabular que por cada Si, de una mujer, debieron existir mínimo veinte Noes. Partiendo de que ese sea el plural para No. "Estos son mis honorarios, y punto" - dijo ella con una seguridad inusitada, el día aquel que, su amor platónico, se acerco a las oficinas para pedir ayuda en un asunto delicado.




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