"¿Acaso eres gallina?"-le grita a Martin un tipo con traje de vaquero, que deberia ser, por las señas particulares: sombrero y bandana negros, revolver en funda visible y acariciado con la mano diestra, presumible cicatriz en la mejilla, barba descuidada y tono de voz aguardientosa, con redoble de flema frecuentemente expulsada... un personaje del tipo malo superlativo de la industria cinematográfica.
Martin Mcfly da la vuelta. Recompone su estado, de intimidación, con la llegada de la expresión desafiante, a uno de confrontación. Acoquinar, amedentrar y acobardar son los verbos que al joven Martin parecen incomodarle. En esta ocasión algo diferente a ocurrido. Si esta no fuese la entrega tres de la secuela Back to the future, tal vez, el protagonista, hubiera muerto por la necesidad de demostrarse valiente. Gracias a Spielberg , y a sus gionistas, las palabras sabias del bisabuelo ayudaron a superar el complejo, y a salvar su pellejo. Sin embargo, a las personas fuera del cine que padecen el sindrome Mcfly, las cosas no son tan sencillas.
La provocación en su forma más romantica es el desafio. Una forma de competición. Para nuestro Mcfly de ruana, es la puesta en marcha de un mecanismo sin reversa. La dinámica resultante tiene como gran final la comprobación, casi siempre, beneficiosa para el azuzado. La victoria es proteina anímica, que hace más difícil el escape a otra incitación. La adredalina, como la heroina, es placentera y adictiva, el reto hace como de aguja hipodérmica.
Martin Mcfly da la vuelta. Recompone su estado, de intimidación, con la llegada de la expresión desafiante, a uno de confrontación. Acoquinar, amedentrar y acobardar son los verbos que al joven Martin parecen incomodarle. En esta ocasión algo diferente a ocurrido. Si esta no fuese la entrega tres de la secuela Back to the future, tal vez, el protagonista, hubiera muerto por la necesidad de demostrarse valiente. Gracias a Spielberg , y a sus gionistas, las palabras sabias del bisabuelo ayudaron a superar el complejo, y a salvar su pellejo. Sin embargo, a las personas fuera del cine que padecen el sindrome Mcfly, las cosas no son tan sencillas.
La provocación en su forma más romantica es el desafio. Una forma de competición. Para nuestro Mcfly de ruana, es la puesta en marcha de un mecanismo sin reversa. La dinámica resultante tiene como gran final la comprobación, casi siempre, beneficiosa para el azuzado. La victoria es proteina anímica, que hace más difícil el escape a otra incitación. La adredalina, como la heroina, es placentera y adictiva, el reto hace como de aguja hipodérmica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario