Mi espalda, riñones, intestino e hígado fueron contrachapados. Al artesano que los hizo le agradezco también el perfecto contraste entre musicalidad de la caja torácica y el ritmo del corazón. Mis necesidades básicas, comentaría el violín, son iguales a todos los instrumentos, pero mis necesidades especiales son así, especiales. Cada afinación es un acorde. Cada contraste es un módulo. Cada solo es un orgasmo. Mi contingencia y la efervescencia son tallados con un herramienta afilada, ya que el ego, a veces, es una navaja y otras una herramienta. Al templar mi nervios he aprendido a romperme en notas, pero es mejor oxidarse y dejar en los dedos la marca de la quinta y sexta cuerda, porque los bajos también son los llanos, el suelo que sustenta y al que no le importa si lo escupes o pisas. Mis escritos, mis ideas, mis anhelos son material reciclado.
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