Verbo y mandas a callar a la multitud. Tú, y el bastón que se agita entre los parroquianos, son el artefacto contra el deplorable hundimiento de los principios morales, de las viejas normas olvidadas. Ni las palomas con su resignación, ni los postes con su electricidad y ni los nietos con su alegría estruendosa. No ves que las avenidas se transforman, como la conciencia humana, como las motivaciones, tu vez es un detrimento del patrimonio o lo que supura de la arquitectura. Vez las marcas frenéticas, el afán, la desesperación. Reposa mi viejo cacreco. No enmiendas nada con los discursos que nadie escucha, ni resuelves el problema ancestral mostrandonos el camino correcto. En cambio sirves al mundo con la paciencia y con la velocidad de tus emociones.
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