Un día despertará Lucio. Esa mañana será espantosa para los habitantes de la urbanizacion flores de la tejada, en el costado más empinada de la montaña. En Manizales todos queremos tener patines con frenos de disco y así volver más fácil el desplazamiento por esta calidad de resbaladeros de cemento. Desfortunadamente, después de cinco años en coma, es precisamente la calle de Lucio la que no se ha pavimentado, dicen por que no hay mezcla que se quede pegada en esa pared que tiene por calle. Lo veo sacando esa cabeza sin pelos por la ventana cuando mire la ciudad desde el segundo piso de la casa aún en obra negra y de inmediato se acordará de nuestras deudas. Sabrá que nadie se escapa al cuaderno doble-O repleto de quién debe a Lucio; me tendrá de primero en su lista con la carretilla que me prestó tres meses antes del accidente. Menos mal esta parqueada en el patio junto a las materas de la millonaria y las rosas; él sabe que llueve mucho en la montaña, porque ha llovido bastante, y seguro no tendrá en cuenta el óxido que se la está tragando sin compasión.
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