mayo 16, 2010

La chica del juego

Me pidio cortésmente cantarle la canción. El niño que se reia me miraba un tanto sorprendido, acaso atraido por mis gafas enormes y cabello en punta, de alguna forma le hacian gracia las sorpresas. La canción de cuna empezaba con una estrofa singular de dos duendes que se marchan al amazonas: un bloque de selva hambrienta que seguro se los tragó y dejó de ellos los sombreritos verdes flotando en el enorme rio serpiente; no me afano en imaginarlos llevados por la corriente y encima de las pirañas, porque el verde en el amazonas es un leitmotiv que enceguece. Total los duendes son la plebe del imaginario colectivo. Ella me habia escrito la letra de la canción en un papel reciclado, creo que fue en el segundo intento de una carta de despedida, al juzgar por la fecha, que me habia escrito el año anterior. Sin embargo, después de tener la carta final en mis manos el borrador me parece fecundo más lleno de rencor y de pasión. "Niñito entederas el poder de la pasión a su tiempo y ojalá sepas servirla acompañada".-le dije pasando mi mano por la cabeza diminuta y llena de esa especie de mota que tienen por pelo los bebes. Al niño le reconozco los ojos del abuelo, pero no me reconozco en él. No sé si quererlo, no se si despreciarlo, un niño, para mi no merece más que amor y paciencia. El amor se lo podria dar, la paciencia la tengo embargada.

La mujer, creo, está cocinando, tal vez convencida de que al hombre se le conquista por el estómago. Prefiero un buen polvo a un risotto a la gorgonzola. Creo que deberiamos dialogar más respecto a los estereotipos. Y si es porque necesita hacerme sentir parte de esta familia de la que soy advenedizo, mejor que espere al esposo, total, esos ingredientes incluida la traición los pagó él.


1 comentario:

Vincent dijo...

¡Uf! Ese último párrafo vaya que es rudo. Excelente entrada, la cierras de manera magistral.

Un placer descubrir este blog, gracias por haberme hecho voltear.